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miércoles, 23 de noviembre de 2016

Desempleo Desigualdad y Precariedad en loa Salud


La salud de los trabajadores no se distribuye con equidad. Las distintas ocupaciones y clases sociales no tienen las mismas oportunidades de tener salud. En España la tasa de mortalidad de los trabajadores manuales es dos veces mayor a la de los profesionales y directivos. Esa enorme desigualdad en el riesgo de morir no es fruto de la casualidad, ni de las características genéticas o biológicas de los trabajadores, ni tampoco de los servicios sanitarios disponibles. Su causa fundamental radica en el entorno ambiental y socio-económico en el que viven y, en gran medida, en las características de su trabajo y de su medio laboral. El desempleo y la precariedad laboral ocupan un lugar central para explicar diferencias en salud que además de enormes son injustas y evitables.


El desempleo daña la salud de las personas


El trabajo define en muy buena medida a los seres humanos. Es un medio fundamental para cubrir nuestras necesidades y afirmar nuestra personalidad e identidad, individual y colectivamente. Hoy en día, el número de ciudadanos sin trabajo supera los 160 millones en todo el mundo, una cifra que se eleva hasta los 1.000 millones si contamos a los subempleados. En España, más de dos millones de personas no tienen trabajo. Además, dos de cada cinco desempleados no cuentan con ninguna prestación ni ayuda y, entre quienes la tienen, se trata de una asistencia escasa e insuficiente.

Las repercusiones personales, familiares y sociales que ocasiona el desempleo son bastante conocidas. Detrás de las cifras de desempleados se esconde la desmoralización y el sufrimiento de miles de personas que quieren trabajar pero no pueden, la pobreza, la desesperación o la violencia que surge en muchas familias, y una enorme pérdida de recursos económicos y sociales que podrían destinarse a promover unos servicios sociales tan deficitarios en España. Pero el desempleo no es solo algo desagradable para los individuos, una situación indeseable en las familias o un factor perjudicial para la economía y la sociedad. Además de eso, no tener trabajo daña la salud de las personas.

El impacto social del desempleo durante la crisis económica de los años 30 fue tan enorme y el psicológico, tan profundo, que se convirtió en un problema sanitario de primera magnitud. Diversos estudios pusieron de relieve sus dañinas consecuencias para la salud: desde la inestabilidad emocional hasta la aparición de distintas fases psicológicas relacionadas con la prolongación de la duración del desempleo. A partir de la crisis de los años 80, las investigaciones científicas han mostrado con claridad cómo la salud de los desempleados es peor a la de quienes trabajan. Los parados mueren antes, enferman más, tienen más problemas psicológicos, sus estilos de vida son más perjudiciales y su calidad de vida es peor. Pero además, el desempleo no afecta del mismo modo a todos los trabajadores. En general, tiende a afectar más negativamente a los hombres (por su tradicional papel de cabezas de familia) y a las clases sociales más desfavorecidas. También se sabe que la desprotección social, no poseer seguro de desempleo, empeora la salud. Los hombres desempleados que no tienen seguro de desempleo presentan un riesgo cinco veces mayor de padecer un peor estado de salud mental que quienes trabajan. Sin embargo, en los parados que tienen seguro de desempleo ese riesgo es tan solo dos veces superior al de quienes trabajan. Dicho de otro modo: la protección social mitiga los efectos perjudiciales del desempleo mientras que su ausencia daña a la salud.

Temporalidad, inseguridad y precariedad laboral


Durante los últimos años, además, el empleo se ha 'flexibilizado' profundamente haciendo emerger lo que se conoce como precariedad laboral. La precarización del trabajo ejerce una presión tremenda sobre unos trabajadores que, aun teniendo derechos, no tienen condiciones para exigirlos. Bordieu ha señalado que hoy en día en el medio laboral debemos hablar de un nuevo modo de dominación que se caracteriza por 'la institución de un estado generalizado y permanente de inseguridad que tiende a obligar a los trabajadores a la sumisión, a la aceptación de la explotación'. Esa inseguridad permanente, que afecta a una creciente proporción de la población, atemoriza y, señala Sennett, 'hace imposible que los trabajadores logren una identidad moral, lo que provoca la indiferencia de muchos como arma defensiva'. La aparición de situaciones laborales precarias como la temporalidad o el subempleo hace insuficiente hoy en día la simple distinción entre empleo y desempleo, tan común aún en muchos medios políticos.

El trabajo temporal que afecta a un tercio de los trabajadores, especialmente a los jóvenes y las mujeres, se constituye en una situación de tránsito permanente entre el empleo y el desempleo rompiendo la tradicional división entre tener o no tener trabajo. La información disponible muestra que quienes tienen contratos temporales tienen aproximadamente el triple de riesgo de padecer accidentes laborales. La inseguridad en el empleo, es decir, el temor a perder el puesto de trabajo, se halla asociado con una mayor exposición a varios factores de riesgo laborales y a tener un peor estado de salud mental. Una reciente investigación ha mostrado que quienes están en situación de 'inseguridad crónica' son también quienes tienen un peor estado de salud. Por el contrario, cuando la inseguridad se reduce, la salud mejora.

Conclusiones

  1. El conocimiento científico actual permite resumir la información disponible en los puntos siguientes: El desempleo daña la salud de los parados y de sus familias. 
  2. Los efectos perjudiciales para la salud se inician desde que los trabajadores perciben la amenaza de ser despedidos. 
  3. La inseguridad en el empleo actúa como un factor estresante que perjudica la salud. 
  4. Tener un trabajo precario, insatisfactorio, inseguro o de baja calidad puede ser tan dañino como estar desempleado. 
  5. Cuando los desempleados tienen seguro de desempleo su salud se incrementa, cuando éste no existe la salud empeora. 
La cantidad y calidad del trabajo constituye uno de los mejores medios para valorar los logros sociales y el progreso de las políticas públicas que se realizan en un país. La actual situación de desempleo, desprotección y precariedad laboral no depende de la libre elección de unos ciudadanos que, en palabras de José María Aznar, 'no muestran el deseo o el movimiento necesario para encontrar un puesto de trabajo' sino, sobre todo, de políticas de empleo inadecuadas y de políticas que atentan contra un estado del bienestar muy insuficiente. Ni la elección de esas políticas es inocente ni sus consecuencias inocuas. No aplicar políticas efectivas que reduzcan el desempleo, que mejoren la calidad de las condiciones de trabajo y que protejan a quienes están desempleados, es ser cómplice del deterioro de la salud y la calidad de vida de muchos ciudadanos y de que aumenten las desigualdades en salud. Cuando eso ocurre, cuando las políticas de algunos dañan la salud de muchos, la acción de los sindicatos, de los movimientos sociales y políticos, y de los ciudadanos para que los gobiernos cambien sus políticas es más necesaria que nunca.

MARCELO AMABLE. Universitat P. Fabra, Barcelona-Universidad de Lanus, Argentina
JOAN BENACH. Universitat Pompeu Fabra, Barcelona

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