Según parece, durante la Edad Media Terrassa
contaba con un castillo palaciego que, junto con los
vestigios de arquitectura romana y visigótica hallados en la Seu
d’Ègara, evidencian el antiguo origen de la ciudad.
Existen documentos que datan la existencia de dicho castillo en el año 1016 y
se sabe que Pere de Fizes y Guillem
de Muntanyans fueron dos de los señores feudales que gobernaron dicho
castillo.
Sin embargo, lamentablemente de todo ese esplendor pasado sólo ha sobrevivido
lo que se sospecha que fue la torre del homenaje,
conocida como Torre del Palau. El desapego que muchos
políticos y urbanistas demostraron hacia nuestro patrimonio, haciendo
desaparecer, por ejemplo, edificios emblemáticos y murallas de valor histórico
en favor del crecimiento de muchas de nuestras ciudades, dejó también sin
protección elementos relevantes de titularidad privada. Algo así ocurrió con el
desaparecido castillo-palacio de Terrassa, cuyo
último propietario decidió derribar lo que quedaba de él en 1891.
Afortunadamente, la torre permaneció intacta, aunque escondida en el jardín de
uno de los inmuebles. Durante muchos años, los terrasenses sólo contemplamos la
torre asomando entre los tejados de las casas que dan a la plaza Vella.
En 1991 tuvo lugar una importante
intervención arquitectónica que logró dejar al descubierto toda la torre por
uno de sus lados, al ser derribadas algunas de las casas que la circundaban y
construirse una plaza interior de nueva creación desde
la que se dio acceso a la torre, situada entre las calles peatonales de Cremat y Gavatxons. En
esa misma plaza, en la planta baja de la casa de Antonio José Torrella i
Maurí, se habilitó un Centro de Interpretación de la
Villa Medieval de Terrassa.
Arquitectónicamente hablando, la Torre del Palau es una
edificación de estilo románico de base circular,
construida con cantos rodados de río y sillares de piedra. Mide casi 27 metros
de altura y su diámetro es de 7,5 metros en la base. La parte inferior de la
torre se halla medio enterrada y está cubierta por una bóveda de piedra.
Comunica con la primera planta, desde donde arranca una escalera de caracol que
enlaza con los dos niveles superiores, que están cubiertos con bóveda de
ladrillo.
El coronamiento, no obstante,
no corresponde a la época de su construcción, pues data de finales del siglo
XIX y se atribuye al omnipresente arquitecto Lluís Muncunill. Se
caracteriza por su friso de almenas de ladrillo sobre una cornisa por debajo de
la cual hay una serie de arquerías ciegas. El acceso original a la torre está a
unos 7 m. de la base y actualmente se sube hasta él por una escalera metálica
moderna. De la puerta románica sólo se conserva un arco de medio punto
adovelado.
En la torre destaca también el ventanal gótico situado en la primera planta,
que fue añadido hacia el siglo XVI, cuyos portales y ventanales originaos se
conservan en el castillo de Vallparadís.
Uno de los usos que tuvo la torre fue el de eventual prisión, etapa que ha dejado como testimonio algunos graffiti que realizaron los presos y en los que reconocemos embarcaciones.
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