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viernes, 26 de agosto de 2016

Los efectos psicológicos del desempleo


El desempleo es una de las situaciones más dramáticas que puede experimentar una persona laboralmente activa, ya que afecta a múltiples aspectos de nuestra vida. El primer efecto significativo del desempleo se observa en la pérdida de ingresos o de la renta necesaria para el propio sustento y el de la familia. Sin embargo, el desempleo tiene poderosas y negativas repercusiones en otros ámbitos que a veces pasan más desapercibidos, como son sus repercusiones emocionales y psicológicas y sus repercusiones sociales. Algunas personas pueden paliar parcialmente los efectos económicos del desempleo a través de los subsidios y otros mecanismos económicos de defensa, pero no sucede así con las repercusiones psicológicas y sociales del mismo, porque muchas veces no están disponibles las ayudas necesarias.
La situación de altas tasas de desempleo generalizadas de los años ochenta que padecieron todos los países industrializados, y que en algunos como en España duraron hasta bien entrados los noventa, condujo a un número elevado de investigaciones sobre las repercusiones psicológicas del desempleo, tanto en nuestro país como en muchos otros países de nuestro entorno (el Reino Unido, Francia, Holanda o Alemania, por ejemplo) y en muchos más alejados geográficamente (Estados Unidos, Australia o Nueva Zelanda). Por ello, hoy en día estamos en condiciones de describir muchas de las consecuencias que el paro tiene para los distintos grupos sociales y personales individuales que lo padecen.
El desempleo tiene efectos sobre nuestras respuestas emocionales y afectivas, produciendo una elevada dosis de ansiedad, tensión, angustia y preocupación, que en algunas personas puede llegar a la depresión. Tiene también efectos sobre nuestra identidad personal, ya que cuando el desempleo tiene una cierta duración dejamos de ser los profesionales, empleados o técnicos que fuimos para adquirir la condición de parados , con todo el simbolismo subyacente de dicha palabra. Si la situación permanece en el tiempo, junto con la nueva identidad, también comienza a aflorar un sentimiento de desesperanza e incluso de culpabilidad por la situación que se padece. Además de lo anterior, también tiene efectos sobre la estructuración de nuestra vida cotidiana. Cuando se es un empleado no tiene uno por qué preocuparse por lo que va a hacer con su tiempo, ya está planificado, existe una jornada laboral; pero para el desempleado esto ha desaparecido, y hay que organizar una nueva para cada día, con recursos económicos escasos.
Cambia también la red de relaciones. Antes teníamos compañeros de trabajo; ahora tenemos compañeros de paro, y las conversaciones se ajustan a esta nueva situación. Y así un día y otro. Y, también, como es natural, tiene efectos sobre nuestra familia y nuestras relaciones familiares.
Afrontar esta dramática situación se convierte para algunos en un reto imposible, para otros en un sufrimiento, y para todos en una situación de la que hay que salir cuanto antes.
Fuente:JESÚS F. SALGADO CATEDRÁTICO DE RECURSOS HUMANOS Y PSICOLOGÍA DEL TRABAJO DE LA USC

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